6 de mayo de 2008

TRABAJO NO REMUNERADO

HAY que hablar del trabajo no remunerado para aclararlo. Mientras el trabajo remunerado tiene sus especialistas, su legislación, sus defensores, sus intérpretes, su jurisprudencia, sus historiadores, sus asociaciones, sus convenios a nivel temático, local e incluso internacional, el trabajo no remunerado carece de todo ello. Es el trabajo invisible, desconocido, abandonado a la tradición y a los contratos implícitos.

Hay que hablar del trabajo no remunerado porque es mucho, enorme. Si apenas tuviera importancia numérica tal vez podría justificarse que no hablásemos de él; pero el trabajo no remunerado consume, según varias encuestas sobre uso del tiempo, el doble de horas anuales que el trabajo remunerado. Por cada hora trabajada y pagada, trabajamos otras dos horas no remuneradas.

Hay que hablar del trabajo no remunerado porque se distribuye desigualmente. Según las encuestas de uso del tiempo, en países como España las mujeres hacen el 29% del trabajo no remunerado (medido en horas anuales trabajadas) y el 80% del trabajo no remunerado. Mientras las mujeres desempeñen el 80% del trabajo no remunerado les será casi imposible lograr un acceso igualitario al trabajo remunerado y, menos aún, a la promoción en el trabajo remunerado.

Hay que hablar del trabajo no remunerado para valorarlo adecuadamente. Para saber quién hace qué, por qué, durante cuánto tiempo, a cambio de qué. Para saber cual es la aportación de los trabajadores no remunerados al bienestar colectivo y al bienestar individual y familiar.

Hay que hablar del trabajo no remunerado para incorporarlo a las políticas públicas y a la vida cotidiana.

Sin el trabajo no remunerado desaparecerían el cuidado de los niños, de los viejos, de los enfermos, de los sobreocupados en la producción para el mercado. Sin el trabajo no remunerado no se cubrirían las necesidades de alimentación, de limpieza, de transporte, de mantenimiento del utillaje y patrimonio inmobiliario, de gestión de los activos, de higiene y sanidad, de educación, de seguridad, de identidad. Sin el trabajo no remunerado las pensiones serían muy insuficientes, el sistema impositivo apenas cubriría las demandas sociales.


Por estas cinco razones, y por mil más que no es necesario detallar, tenemos que hablar del trabajo no remunerado. Para que se conozca. Para que se redistribuya. Para que se reduzca cuando es excesivo y aumente cuando es insuficiente. Para darle valor e introducirlo en la planificación a corto y medio plazo. .

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