Betty Friedan colocó los cimientos del movimiento feminista moderno con su libro "La mística de la feminidad", que se convirtió en uno de los más vendidos en la década de los 60.
Era un momento en el que parecía que todo se habia conseguido, que la igualdad de las mujeres era un hecho consumado a través del voto femenino y las reformas en las que derivó. Sus demandas habían sido satisfechas, vivían en una sociedad legalmente cuasi-igualitaria y la calma parecía reinar en la mayoría de los hogares.
Sin embargo, debía ser una calma un tanto enrarecida, pues se acercaba un nuevo despertar de este movimiento social. Aparecieron las primeras voces de mujeres que empezaron a cuestionarse los términos de su opresión en la época de la "igualdad legal", como hizo también Simone de Beauvoir en su obra El Segundo Sexo.
La estadounidense Betty Friedan también acometió este trabajo, para ella, el problema de las mujeres era el "problema que no tiene nombre", y el objeto de la teoría y la práctica feminista fue, justamente, el de nombrarlo. En su voluminosa obra, La mística de la feminidad (1963), analizó la profunda insatisfacción de las mujeres estadounidenses consigo mismas y su vida, y su traducción en problemas personales y diversas patologías autodestructivas: ansiedad, depresión, alcoholismo.
Para ella, la raiz del problema de las mujeres era de tipo político: "la mística de la feminidad" era una reacción patriarcal contra el sufragismo y la incorporación de las mujeres a la esfera pública durante la Segunda Guerra Mundial, que identificaba mujer con madre y esposa, y cercenaba toda posibilidad de realización personal, culpabilizando a todas aquellas que no son felices viviendo solamente para los demás.
En aquel momento, sus afirmaciones acerca de la importancia que tenia para las mujeres desarrollarse individualmente, fueron sumamente inusuales por no decir revolucionarias: "Una mujer debe poder decir, y no sentirse culpable al hacerlo, ¿Quién soy? y ¿Qué quiero hacer en mi vida?’. No se debe sentir como una persona egoísta y neurótica si quiere alcanzar metas propias, que no estén relacionadas con su esposo e hijos".
En las décadas de 1960 y 1970, cuando predominaron fuertes tensiones raciales, políticas y sexuales, Friedan fue una de las voces más importantes del movimiento feminista. Como fundadora y primera presidenta de la Organización Nacional para las Mujeres en 1966, defendió un feminismo liberal que definía el problema principal de las mujeres en torno a su exclusión de la esfera pública, y propugnaban reformas relacionadas con la inclusión de las mismas en el mercado laboral (salarios iguales para hombres y mujeres, permiso de maternidad que parecían extremas entonces) y con la promoción de las mujeres en puestos públicos.
La influencia del feminismo radical empujó a las más jóvenes hacia la izquierda, pero al cabo del tiempo, con el declive del feminismo radical en Estados Unidos, el reciclado "feminismo liberal" cobró un importante protagonismo hasta haber llegado a convertirse, a juicio de Echols, "en la voz del feminismo como movimiento político".
PARA MAS INFORMACIÓN:
Entrevista a Betty Friedan
Textos de Betty Friedan
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