ROSA MONTERO 29/06/2007
He recibido un e-mail impresionante de un lector. Una de esas cartas que te hacen sentir que las cosas se mueven, que la realidad evoluciona hacia algo mejor. JMS vive en Barcelona y no me dice ni la edad que tiene ni a qué se dedica. Pero me cuenta algo mucho más íntimo y esencial: "Soy un interesado en el tema de la violencia de género", dice, "pues me separé hace dos años en un episodio final en el que agredí a mi ex compañera y madre de mis dos hijos. Fui condenado a 38 días de trabajos en beneficio de la comunidad y a un año de alejamiento –que ya cumplí, ambos"–. Después de aquella "durísima experiencia", JMS decidió intentar entenderse y comenzó a buscar respuestas no sólo al origen de su "lamentable acto", sino también "al desconcierto en que me muevo con respecto a mi papel como hombre y como padre". No se puede expresar mejor ese sentimiento de pérdida de coordenadas vitales que parecen sufrir tantos varones actualmente.
También las mujeres hemos perdido nuestro lugar en el mundo. Es decir, a lo largo del siglo XX las mujeres empezamos a poner en cuestión nuestro papel tradicional, y al hacerlo también nos quedamos desnortadas y sin sitio, como ellos. La diferencia es que las mujeres éramos y somos más conscientes de que los estereotipos sexuales son una trampa. Una sociedad machista es una calamidad tanto para nosotras como para ellos, porque, al definir rígidamente qué debe ser un hombre y qué una mujer, nos obliga a todos a comportarnos como meras caricaturas. Pero los varones, al llevar la mejor parte, no fueron capaces de darse cuenta de todo lo que perdían con su posición de privilegio.
Por eso, mientras las mujeres llevamos décadas intentando repensar nuestro papel en el mundo, escribiendo libros, organizando debates, reflexionando sobre nuestra condición y buscando nuestro nuevo espacio, los hombres en general se han limitado a quedarse paralizados como pollitos. Aterrados y confusos ante los cambios.
Siempre eché de menos la aportación masculina en este tema, su esfuerzo intelectual para intentar entenderse y entendernos, el otro lado de la reflexión en esta búsqueda colectiva de otra manera de estar en el mundo. Porque, si buscamos juntos, encontraremos antes. Por fortuna, poco a poco parece que va habiendo más y más hombres dispuestos a pensar sobre sí mismos. JMS me dice en su carta que él pertenece a un grupo que se llama Sopa de Hombres y que ya tiene tres años de antigüedad. Se reúnen un día a la semana, cada vez en casa de uno, para exponer sus experiencias personales, intercambiar opiniones y apoyarse emocionalmente.
La misma mecánica que los colectivos feministas. Y no es la única iniciativa masculina de este tipo: el 17 de junio pasado, por ejemplo, se celebró en el Casal Lambda, de Barcelona, el segundo encuentro de grupos de hombres de Cataluña, organizado por AHIGE (Asociación de Hombres por la Igualdad de Género, http://www.ahige.org/). El tema central fue la "asertividad masculina", esto es, cómo conseguir que los varones sean capaces de expresar sus deseos, sus necesidades y sus sentimientos sin ser agresivos, huyendo tanto de la castración (de la represión emocional) como de la violencia.
En su espléndida carta, JMS se asombra de que el cambio social vaya tan lento. De que los jueces se muestren tan reacios a otorgar custodias compartidas para los hijos, de que se pidan tan pocos permisos de paternidad, de que parezca inconcebible que un hombre se niegue a quedarse hasta las tantas en la oficina porque tiene familia, de que haya tan poca participación masculina en el cuidado de niños, de discapacitados o de ancianos. Y lamenta que todos estos temas tengan tan poco reflejo público y no sean un debate abierto en la sociedad. "¿Dónde está el espacio de los hombres, también en el núcleo familiar, en la cosa doméstica? ¿Sabemos los hombres cuidarnos, cuidar a otros? ¿Cómo cambia el hombre para su próximo papel en esta nueva sociedad de iguales? ¿Es la paternidad equivalente a la maternidad? ¿Existen diferencias y, si es así, qué hacemos con las potencialidades diferentes de los sexos: la capacidad de engendrar, la fuerza, la agresividad, la capacidad de cuidar de?", dice. Son cuestiones esenciales, desde luego. Pregúntate si sabes las respuestas.
El Pais 1 de julio de 2007
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